‘enseñados por Dios’ (Isaías 54:13; Juan 6:45; 1 Tesalonicenes 1:9). En realidad, y debido precisamente a la palabra apostólica y a la unción del Espíritu que nos es dada a todos, ‘no tenemos necesidad de que nadie nos enseñe’ (1 Juan 2:27). Nadie puede arrebatarnos el derecho de juicio privado. A veces, por lealtad al significado claro de la Escritura, necesitamos disentir con los maestros de la iglesia y decir (confío que humildemente): Más que todos mis enseñadores he entendido, Porque tus testimonios
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